mayo 5, 2017

El viaje como filosofía de vida

"Caminante, no hay camino se hace camino al andar. Al andar se hace camino. Y al volver la vista atrás. Se ve la senda que nunca. Se ha de volver a pisar¨

Joan Manuel Serrat

Viajar es como filosofar. Cada viaje que emprendemos trae consigo un conjunto de experiencias que te permiten expandir tu conciencia, al igual que la filosofía utiliza el cuestionamiento y las ideas para enriquecer el pensamiento.

Cuando uno viaja por placer iniciamos una aventura que implica movimiento, no solo físico sino mental y emocional, a través del cual nos transformaremos pues ya no seremos los mismos después del viaje.

El viajero elije estar en movimiento y cambio en vez de la estabilidad y la monotonía. El caminante debe aprender a vivir las experiencias con presencia, atención y plenitud pues sabe que no se puede demorar mucho en ellas ya que las debe de soltar para poder seguir avanzando. Muchas personas sufren en la vida por su incapacidad para adaptarse a los cambios de la vida pero el espíritu viajero avanza ligero, viviendo, aprendiendo y soltando sin apegos.

El viajero busca coleccionar experiencias, conocer lugares, percibir nuevos aromas, probar nuevas comidas, asomarse a nuevas culturas y conversar con personas ajenas pues sabe que el abrirse a nuevas formas de ver la realidad es algo enriquecedor y transformador. El espíritu viajero es consciente que al final de nuestros días las cosas materiales resultan inútiles y transitorias pero no lo son así nuestras experiencias que atesoramos en nuestra consciencia.

 Al viajar uno mantiene una actitud expectante y lúcida como la de un niño que se asombra como cuando ve un animal exótico antes desconocido para él. El viajero observa, pregunta y silencia sus prejuicios para poder tener una mirada fresca y pura y así poder conocer los destinos en los que se aventura. ¡Qué falta que nos hace el poder tener la actitud viajera en nuestra vida cotidiana!, en donde hemos perdido nuestra capacidad de asombro casi por completo y en donde las mismas ideas, creencias y formas de ver la vida se imponen automáticamente ante nuestros ojos, esclavizándonos de ver nuevas posibilidades y de vivir con la vitalidad de un niño sin tabúes.

El viajero tiene un rumbo fijo, un destino al cual llegar que le da dirección y sentido a su andar, sabe que paso a paso está construyendo su propio camino, su propia experiencia y es consciente de que sus pasos son único e irrepetibles por lo que busca darle a cada momento el mayor grado de consciencia.

Viajar es una metáfora de una forma de vivir la vida con filosofía porque cuando viajamos, nos expandimos en conocimientos, en consciencia, aprendemos a escuchar a otras formas de leer la vida para ser más tolerantes. En el viaje nos instruimos en adaptarnos al cambio y al flujo de la vida para ir teniendo experiencias con mayor lucidez y profundidad. Al viajar nos entrenamos a soltar con rapidez y desapego para seguir avanzando, también aprendemos a tener una mente cuestionadora y curiosa para recuperar nuestra capacidad de asombro que uno normalmente pierde cuando nos volvemos ¨adultos¨.

¿Cómo sería tu vida si pudieras incorporar el espíritu y la filosofía del viaje a tu vida cotidiana?

Vive intensamente.

Alejandro Valdés

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