
La Ley de Polaridad dice que todo tiene polos y pares de opuestos; no son enemigos, son extremos de un mismo continuo. Destrucción–Creación no son eventos separados: son fases de una misma transformación.
En una sesión de Master Mind analizábamos el caso de un empresario que, pese a su esfuerzo, no lograba mover la aguja. Seguía estancado en los mismos productos, procesos y métricas. La gran reflexión fue sencilla y exigente: para que algo cambie y se creen nuevas cosas, primero algo debe ser destruido. No hablo de arrasar, sino de podar con conciencia para liberar energía, foco y posibilidad.
Los sabios alquimistas seguían un proceso de transformación: primero deshacían la forma actual para ver la verdad sin adornos, luego purificaban y separaban lo valioso para concentrar la esencia, y finalmente reconstituían esa esencia en una forma superior y estable. Su regla práctica era “disuelve y reconstituye”: eliminar lo que estorba y conservar lo esencial. No era magia: era disciplina, observación y repetición para crear un orden más alto.
A la naturaleza no le gusta el vacío.
Todo lo que existe ocupa espacio y tiempo. Si todo está lleno, lo nuevo no tiene dónde ni cuándo ocurrir. Para que algo nuevo suceda debemos crear un vacío, que es capacidad reservada para crear, aprender y corregir. Sin ese hueco, las iniciativas nuevas compiten con lo que ya tenemos. Por eso, para que lo nuevo nazca, tienes que retirar (destruir) formas viejas que hoy consumen ese espacio-tiempo.

Relato: Jobs y la poda que salvó a Apple
La sala está llena de productos, catálogos y excusas. Entra Jobs, toma un plumón, respira hondo y hace algo que a casi todos nos cuesta: empieza a decir “no”. Uno por uno, corta líneas que hacían ruido pero no futuro. No era desprecio; era amor por lo esencial. Con cada “no”, se abría hueco: más foco para diseño, más horas de ingeniería, más espacio para pensar.
¿Qué pasó después?
- Portafolio sencillo → ciclos de producto más cortos y calidad más consistente.
- Diseño con oxígeno → productos icónicos que revitalizaron la marca y atrajeron nuevos usuarios.
- Foco de ingeniería → menos retrabajo, más rigor en hardware/software.
- Salud financiera → mejores márgenes por simplificación y economías de escala.
- Cultura de excelencia → regla práctica de “quitar antes de poner”.
¿Cómo podemos empezar un ejercicio de poda en nuestra empresa?
- Haz primero un inventario y decide qué vas a podar.
Primero debemos ver la realidad sin maquillaje para decidir qué se queda, qué se transforma y qué termina. Si no lo nombramos, no lo podemos podar; si no se poda, no libera energía. - ¿Qué creencias y patrones de pensamiento debes eliminar?
Las creencias son reglas invisibles que deciden por ti. Si piensas “no pagarían más” o “todo pasa por mí”, dejas de probar precios nuevos y creas cuellos de botella. Los sesgos hacen lo mismo: seguimos en un proyecto solo “porque ya costó” o ignoramos datos que contradicen nuestra idea. - ¿Qué productos/servicios deberías retirar?
Cada oferta de productos y servicios ocupa dinero, atención y recursos. Los productos de poco margen y mucha complejidad funcionan como un impuesto silencioso: roban tiempo a lo que sí podría crecer. Si un producto o servicio solo existe por nostalgia o porque “siempre estuvo”, bloquea lo nuevo. - ¿Qué clientes/segmentos debes soltar o renegociar?
No todo ingreso vale igual. Hay clientes vampiro: piden descuentos, pagan tarde, consumen al equipo. Cuando el costo de soporte y el desgaste superan el valor neto, esa relación frena a toda la empresa. - ¿Qué roles/colaboradores deben reubicarse o dejarse ir?
A veces no sobran personas; sobran malas posiciones. Si un talento senior hace trabajo operativo, pierdes mucho dinero; si un talento creativo vive en “modo bombero”, nunca innova. Reubicar a las personas en el lugar correcto o soltar cuando no hay fit ni actitud dignifica al equipo y devuelve velocidad al sistema. - ¿Qué procesos/sistemas/rituales debes cortar o simplificar?
Con el tiempo se acumulan pasos sin valor, aprobaciones en cadena y reuniones sin decisión. Eso eleva el trabajo en proceso, retrasa y cansa. Si nadie puede explicar “¿para qué existe esto?” y “¿qué valor aporta esta actividad al cliente?”, probablemente debe morir o reducirse. Yo estimo que en muchas empresas cerca del 80% de las tareas que realizamos no le aportan valor a los clientes y deberían repensarse.
Terminar también es crear.
Cuando matas con conciencia lo que ya cumplió su ciclo —creencias, productos, procesos, identidades— devuelves energía al sistema y aparece el hueco productivo: ese espacio-tiempo donde lo nuevo puede respirar, probarse y florecer. Cerrar con gratitud no es perder; es hacer sitio para lo superior.
¡Por tu libertad empresarial!
Alejandro Valdés
Especialista en profesionalización de negocios
📩 alejandro.valdes@innovarte.mx

